Texto: Meritxell Rigol / Imágenes: Associació Catalana per la Pau

Entrevista a Bassirou Diarra, presidente de AMSCID

Sequías e inundaciones, agravadas por el cambio climático, y especulación con el precio de los alimentos en los mercados internacionales, se combinan y sirven en forma de hambre en Malí “La inseguridad alimentaria tiene que ver con la acción humana”, remarca Bassirou Diarra, presidente de la Association Malienne de Solidarité et de Coopération Internationale pour le Développement (AMSCID). Déficit de políticas de desarrollo rural y de acceso de las mujeres a la propiedad de la tierra, así como la falta de modernización de los medios de producción, son ingredientes que Diarra añade al combinado para entender las crisis alimentarias cíclicas que soporta la población de este país. Es uno de los que aparece en lo alto del ranking de proveedores de oro a escala mundial, pero la riqueza que se extrae no deja fruto en sus tierras. Malí es uno de los estados en la cola en los índices de esperanza de vida, nivel educativo y PIB.

Delante de las dificultades para garantizar el derecho a la alimentación, AMSCID, entidad socia de la Associació Catalana per la Pau, impulsa proyectos de desarrollo agrícola para reducir la inseguridad alimentaria y, a la vez, abrir vías para el empoderamiento de las mujeres. La construcción y rehabilitación de pozos de agua y el fortalecimiento de las capacidades de las mujeres y sus asociaciones, que ha impulsado con la organización catalana, ha posibilitado incrementar el terreno dedicado a cultivos en el Círculo de Yélimané (región de Kayes), al oeste del país. El objetivo es conseguir que los huertos produzcan todo el año y se vendan los excedentes en los mercados locales. “Para hacer frente a la inseguridad alimentaria, es importante invertir en la agricultura, poner en marcha planes estratégicos para el desarrollo rural efectivo y sostenible y mejorar la vida en los entornos rurales, promover el acceso a la educación, a la atención sanitaria y, en definitiva, permitir un acceso equitativo a los recursos para la población rural”, reclama el presidente de AMSCID.

Diarra lamenta el éxodo rural disparado hacia las grandes ciudades, un primer paso para la emigración a otros países africanos (96,5%), Europa (2,7%), Asia (0,7%) o América (0,1%). La región de Kayes es una de las que presenta el porcentaje más alto de emigración maliense (mayoritariamente masculina) y el Círculo de Yélimané es el territorio de la región con mayor porcentaje de hombres jóvenes que se marchan del país (un 25% de los que tienen entre 14 y 30 años).

A menudo, al devenir migrantes, convertirán su precarización extrema en fuente de subsistencia, a través de remesas, para las familias que han dejado atrás. Malí, al lado de Senegal, Marruecos o Algeria, es el origen de muchos de los temporeros de los campos de Lleida.

¿Hay responsabilidades concretas detrás de la inseguridad alimentaria que sufre la población de Malí?

Malí, como otros países africanos, ha vivido la crisis que empezó en 2007 a causa de la sequía. Pero se pueden señalar otros factores: conflictos, corrupción, falta de políticas públicas efectivas, degradación de la tierra, falta de recursos para el desarrollo agrícola… También intervienen el alto crecimiento demográfico, el bajo nivel educativo, las desigualdades sociales y las de género. Se han adoptado medidas legislativas, como la ley de tierras rurales, que facilita el acceso de las mujeres a la propiedad de la tierra. Pero sigue sin aplicarse. En los pueblos, es el derecho consuetudinario el que prevale y, en virtud de éste, las mujeres están excluidas de acceder a la propiedad de la tierra, a pesar de estar muy involucradas en su trabajo. Otro elemento para tener en cuenta es que los bienes comunes, que pertenecen a las comunidades, han sido progresivamente privatizados, como en otros lugares del mundo. La tierra y el agua están cada vez en menos manos, a través de las políticas nacionales e internacionales establecidas. Están robando la tierra a la gente y la transforman en un negocio para beneficiar al mejor postor. También las semillas hoy en día son producidas cada vez más por grandes empresas, con precios que están fuera del alcance del campesinado.

¿Qué modelo agroalimentario propondríais para garantizar el derecho a la alimentación?

Un modelo de producción, conservación y transformación de los alimentos que garantice la seguridad alimentaria a toda la población, que respete el medio ambiente y que piense en el bienestar de las personas; en definitiva, que garantice el desarrollo sostenible. El control del circuito alimentario por parte de las poblaciones es importante, en el sentido que garantiza un suministro de alimentos sanos, nutritivos y de alta calidad. Los beneficios económicos fruto del comercio de alimentos tienen que ser controlados por la ciudadanía. Lamentablemente, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio regulan el mercado de productos alimentarios en beneficio de las grandes empresas productoras. Los alimentos básicos (como el trigo, el maíz, la avena, el azúcar o los productos lácticos) son manipulados en los mercados internacionales en forma de bienes para la especulación, y pueden convertirse así en un arma económica, política o de guerra, con un impacto sobre la seguridad alimentaria de las poblaciones, por un lado, y sobre la economía de los países, su estabilidad política y la seguridad de los estados, por otra.

¿Qué hace AMSCID para tratar de mejorar la seguridad alimentaria de la población?

AMSCID impulsa proyectos en el ámbito agrario, especialmente la horticultura practicada por mujeres, para contribuir a mejorar la seguridad alimentaria de la población. Participamos en la modernización de los medios de producción, sobre todo en el Círculo de Yélimané, mediante la dotación de equipamiento a las campesinas. Pero no se trata solo de poner medios físicos a su disposición; las acciones que impulsamos de forma conjunta con la Associació Catalana per la Pau van más allá. Juntamente con la construcción de pozos y huertos comunitarios, que gestionan las asociaciones de campesinas, las formamos en técnicas agroecológicas para obtener mejores rendimientos de los huertos y para asegurar semillas y plantel para las próximas cosechas.

También reforzamos su capacidad de gestión para fortalecer a las asociaciones y garantizar una buena gestión del agua y los huertos. La formación se complementa con nociones de nutrición, higiene y conservación del entorno, así como en liderazgo y derechos de las mujeres. Se ha dotado a las asociaciones de equipos para la conservación, transformación y comercialización de los excedentes, de forma que durante todo el año las campesinas puedan tener verduras y vender los excedentes en los mercados locales de Yélimané.

¿Qué impacto tiene este programa en el Círculo de Yélimané?

En primer lugar, la construcción de pozos ha mejorado el acceso al agua de la población, que en muchos casos tiene que recorrer kilómetros para abastecerse. La producción de los huertos ha diversificado y mejorado el régimen alimentario de las campesinas y sus comunidades y también de la población de Yélimané, en tanto que los mercados locales están abastecidos de verduras de proximidad. Se debe tener en cuenta que hace quince años las verduras eran prácticamente desconocidas en el Círculo y la dieta de buena parte de la población se basa solo en los cereales. Y al diversificar y mejorar la dieta, también se mejora la salud de las personas. Además, se garantiza ingresos a las trabajadoras, de manera que se mejora su nivel de vida. Ahora están en condiciones más óptimas para garantizar la escolarización de hijos e hijas, o si hay algún problema de salud, no tienen que esperar un envío de dinero de familiares en el extranjero para poder ir al médico, por ejemplo. Es decir, se asegura su autonomía económica.

Pero el impacto ha ido más allá: ha empoderado a las mujeres, que reivindican su papel en el desarrollo y en la sociedad. En noviembre de 2016 se hicieron elecciones municipales y las asociaciones de mujeres se movilizaron para ser tenidas en cuenta. El resultado es que la participación femenina fue muy superior a la masculina, que hubo un número nunca conocido antes de candidatas en los doce municipios de la región, que salieron escogidas 54 concejalas (en los anteriores comicios 6) y que por primera vez en la historia del Círculo de Yélimané fue escogida una alcaldesa.

Y, ante esta nueva realidad, hemos incorporado a nuestras acciones la formación de estas concejalas para que puedan ejercer sus responsabilidades en las mejores condiciones.

Este artículo se enmarca en la publicación Sobre Terreny Núm. 6 – Especial 30 aniversari

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