Texto e imágenes: Javi Sulé

Entrevista a Ingrid Paula Castro, excombatiente de las FARC y miembro de la cooperativa COMAMCE

La exguerrillera Ingrid Paula Castro reconoce tener miedo sabiendo que más de 300 de sus compañeros y compañeras que le apostaron a la paz han sido asesinados desde que se firmaran los Acuerdos de La Habana. Dice que quiere criar a sus hijos sin que le arrebaten la vida. La excombatiente en proceso de reincorporación pertenece a la Cooperativa Multiactiva Agropecuaria de Mandivá Cauca Ecomún (COMAMCE), beneficiaria de un proyecto productivo de gallinas ponedoras impulsado por la Associació Catalana per la Pau con el apoyo financiero de la AECID. Los integrantes de COMAMCE han recibido amenazas de muerte y el duro golpe del asesinato de Nelson, uno de sus mayores valedores. Ante el riesgo, decidieron marcharse de la vereda donde estaban asentados y buscar otro lugar para empezar de nuevo. En la actualidad, y ante la falta de apoyos para poder reubicarse con garantías en otro lugar, han tenido que regresar a Mandivá.

De los más de 300 excombatientes asesinados en estos cinco años, uno fue Arnoldo Medina, conocido como Nelson y miembro de vuestra cooperativa, en abril de 2021. Debió ser un golpe muy duro…

Era un compañero muy valioso. Yo vivía en la misma casa que él y ese día experimenté toda la impotencia de no poder hacer nada a pesar de ver como se lo llevaban para matarlo. Estaba con mis hijos y lo observé todo desde el segundo piso. Si hubiera tenido mi fusil, le hubiera podido defender. Ellos no me vieron, pero pensé que nos iban a matar a todos.

Yo había sentido miedo en mi vida de guerrillera, pero nunca tanto como ahora en la vida civil. A partir de ahí, tuvimos que dejar la casa y el proyecto piscícola que ya teníamos en marcha.

¿Cómo fue tu vida de guerrillera?

Entré con 14 años porque no encontré otra salida en la zona rural donde vivía. Estuve once años en las FARC, la mayor parte del tiempo como enfermera. En la guerrilla me formé como mujer y aprendí mucho como persona. Aprendí a respetar y a ser respetada. No me arrepiento a pesar de lo que se diga de las FARC, porque una cosa es lo que dicen y otra es lo que vives.

Fue una convivencia muy bonita y esa parte es la que más echo en falta; esa unión y el compañerismo. Lo peor eran los operativos del Ejército, cuando nos mataban a compañeros, porque éramos como una familia y si perdíamos a alguien en combate el dolor era muy fuerte.

¿Qué sensaciones tenías meses antes de la firma de los Acuerdos de Paz?

Nos ilusionamos mucho con el proceso de paz, porque nos concienciamos de que debíamos asumir una nueva vida, pero pensamos que íbamos a tener garantías de vida y que íbamos a ser nuevas personas.

Que nos mantendríamos todos juntos, que íbamos a trabajar y a impulsar proyectos productivos y que el que no trabajara de una cosa, trabajaría de otra. Lastimosamente, no ha sido así.

¿Y cuál ha sido la realidad?

El proceso de paz yo lo comparo a cuando tú le das la confianza a una persona, le cuentas tus miedos o tus proyectos y esa persona te decepciona. Así veo el proceso de paz.

Van más de cinco años y mírame: no tengo una vivienda digna ni garantías de vida. El gobierno nos da una ayuda, pero no alcanza para casi nada. Yo esperaba más.

Entrevista a Ingrid Paula Castro, exguerrillera de las FARC

¿Te arrepientes de haber entregado el arma? ¿Qué sentiste cuando lo hiciste?

No me arrepiento, pero de haber sabido que las cosas iban a ser así quizá no la hubiera entregado. Ya van más de 300 compañeros y compañeras asesinados en estos cinco años de reincorporación. Yo no quiero que me vean sentada y dejarme matar porque no tengo cómo defenderme. Y cuando dejé el arma, sentí que entregaba la mitad de mi vida, un vacío muy grande. Nunca le hice daño a nadie, nunca maté a nadie, pero era parte de mi vida y al entregarla me vi desprotegida, más vulnerable. No tengo enemigos, pero sabía que no a todo el mundo le caemos bien y que se cometieron errores con personas inocentes que nada tenían que ver con el conflicto. Pero lo cierto es que cuando dejamos las armas todo empezó a ser más inseguro. En el Espacio Territorial de Reincorporación donde me encontraba antes, comenzaron las amenazas y decidí salir.

¿Has estado tentada o te han tentado para retomar el camino de las armas?

No, porque ya soy mamá y sería muy duro dejar a mis hijos. Hay que seguir y aquí estamos dando lo mejor de nosotros y tratando de sobrevivir, porque uno no sobrevive como quiere sino como le toca.

Y en ese tránsito hacia la vida civil, ¿has tenido miedo de enfrentarte a la sociedad por tu condición de ex combatiente?

Ha sido difícil porque mucha gente pensaba que éramos asesinos y violadores. Y somos personas normales y corrientes que ciertamente teníamos un arma, pero eso no quiere decir que amenazáramos al pueblo. Quienes nos conocían sabían que éramos humildes, y con esa humildad nos ganábamos a la gente. Muchos nos apoyaron y, en mi caso, como enfermera, era bien recibida en todas las comunidades.

A pesar de estos cinco años tan complicados, fuiste madre de un niño y una niña…

Quería ser mamá, pero me ha tocado muy duro para sobrevivir yo sola con ellos, porque el papá vive en Tumaco. Por ellos es que no doy mi brazo a torcer y no he tirado la toalla. Tengo la esperanza de que algún día las cosas cambien y pueda criar a mis hijos en un lugar donde no haya violencia ni maldad. Quiero que crezcan en un ambiente sano, en paz y tranquilidad.

¿Ha sido más duro el tránsito a la vida civil para las mujeres?

Hemos tenido hijos y creo que la igualdad que teníamos en la guerrilla se ha ido perdiendo. Muchas mujeres tienen que dedicarse ahora a la casa y a los hijos. Por ejemplo, la mayoría de personas excombatientes a las que seleccionaron para hacer labores de escolta fueron hombres. A mí un comandante me dijo que yo no servía para eso y me hizo sentir muy mal.

También te reencontraste con tu madre después de muchos años. ¿Cómo fue?

Tuve la oportunidad de ir a verla a Buenaventura, donde vive, y fue un encuentro muy bonito. Ella lloró mucho porque las brujas le decían que estaba viva, pero me habían dado por muerta… me hicieron velorio y todo.

Entrevista a Ingrid Paula Castro, exguerrillera de las FARC

¿Qué sueños tienes en medio de este desánimo?

Desanimada del todo no estoy, porque tengo a dos personitas por las que luchar que son ahora mi motor. Yo le quiero seguir aportando al proceso de paz, trabajar en la cooperativa, terminar mi primaria y poder graduarme como enfermera profesional para ir a lugares que el Estado nunca ha pisado y ayudar a la gente que lo necesita.

Quisiera que se implementaran los Acuerdos de Paz y que el país cambiara.

Este artículo forma parte de la serie ‘El proceso de paz en Colombia: la voz de las personas excombatientes de las FARC’.

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