La ocupación israelí de los territorios palestinos va más allá de la construcción de un muro, y sus efectos se pueden entrever en todas las actividades de los palestinos, desde el payés que ve como con la instalación de nuevos colonos su campo es dividido y destruido hasta los pueblos donde no llega el agua, pasando por los múltiples controles en carreteras que a menudo hacen imposible la asistencia al trabajo, a la escuela o al médico.

“Los palestinos han sido víctimas de demoliciones de casas y escuelas, detenciones y encarcelamientos arbitrarios y restricciones de su libertad de circulación”. Esta es una de las principales conclusiones a la que llegó el Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados en su último informe, publicado en 2018. En el mismo documento, el experto afirma que la ocupación israelí afecta a “todos los aspectos de la vida”; una aseveración a la cual la periodista Ana Basanta ha puesto nombre y apellidos en el informe que ha elaborado para la Associació Catalana per la Pau, ‘Viure sota l’ocupació: la societat civil palestina fa front a les vulneracions dels drets humans’.

Para el presidente de PMRS, Mustapha Barghouti, que asistirá a la presentación del informe el próximo 9 de mayo en el Colegio de Periodistas de Cataluña, la creación de esta entidad tenía una clara razón de existir: “Creí en la necesidad de salvar y cuidar vidas, y en esto se traduce en el trabajo de nuestra organización”. En la actualidad, PMRS cuenta con cinco clínicas móviles que recorren Palestina para ofrecer atención médica a toda aquella gente que no dispone de un centro sanitario cerca de sus hogares.

El trabajo de diferentes entidades también se centra en empoderar a las mujeres y hacer que recuperen el papel que les corresponde en la sociedad y en la política. Por un lado, organizaciones como Palestinian Women Developing Centre (PWDC) trabajan para conseguir cuotas femeninas en los partidos políticos y representatividad en la esfera política pero, como afirma su directora, Hanan Salman “hablamos de democracia y del rol de la mujer, pero a veces es más en el papel que en la realidad”.

Las condiciones laborales son una de las otras problemáticas que se encuentran los palestinos puesto que los empresarios vulneran reiteradamente sus derechos y los trabajadores no pueden hacer nada porque “faltan juzgados especializados en temas laborales”, como denuncia el secretario general de The Palestine New Federation of Trade Unions-New Unions, Mohammad Blabi. De esta manera, los empresarios no tienen que responder ante ninguna autoridad, una situación que sólo perjudica a los trabajadores palestinos.

Ser mujer palestina y trabajadora complica todavía más esta situación de injusticia, sobre la cual todavía se debe trabajar mucho hasta lograr poder revertirla. Tal y como explica la sindicalista Fadwa Qasmiyh, “hemos trabajado para tener un salario mínimo y defensamos a las mujeres cuando hay un problema en el trabajo relacionado con la discriminación porque consideran que su presencia es incomoda”. El trabajo organizativo procura, por encima de todo, velar “por los derechos [de las mujeres]”, añade Qasmiyh. Por este motivo, también se realizan “talleres, charlas y cursos de formación porque queremos que tengan información sobre cuáles son sus derechos y cómo ejercerlos”, concluye.

Como todos los pueblos del mundo, el palestino también lucha incansablemente por mantener viva su cultura, que es lo que los une en la diáspora, y ofrece una pizca de esperanza por un futuro mejor. “Dar esperanza a los niños es la mejor manera de resistencia”, ejemplifica el cofundador de la Palestinian Circus School, Shadi Zmorrod. Para la ciudadanía palestina, la ocupación también se combate a través de la cultura ya que, en palabras del director de la asociación musical Al Kamandjati “la música nos da un espacio desde el cual expresarnos en nuestra tierra y hacer frente a la ocupación”.

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