Texto: Associació Catalana per la Pau / Fotografías: Associació Catalana per la Pau, EDH/ Jessica Orellana
Comasagua es un municipio de unos 12.000 habitantes, ubicado en el departamento de La Libertad, en El Salvador. Un país que afronta desde hace décadas elevados niveles de inseguridad alimentaria, agravada en los últimos tiempos por el creciente impacto de los fenómenos naturales. Esto ha incrementado la vulnerabilidad de la población campesina y de sus medios de vida y, de modo particular, la ya de por sí precaria situación de las mujeres en el ámbito rural, siempre sujetas a la invisibilización y a la vulneración de sus derechos.
Ante este escenario, se hace necesario implementar acciones que promuevan los derechos de los campesinos y el empoderamiento y participación de las mujeres agrícolas en los espacios de decisión. La Canasta Campesina es un claro ejemplo de esta voluntad.
Los orígenes del proyecto se remontan a 2009, tras los efectos devastadores del huracán Ida, que causó un centenar de muertos y múltiples daños en todo el territorio nacional. En el campo, la destrucción fue especialmente tremenda. Tras una intervención de emergencia por parte del Secours Populaire Français, se planeó, con la colaboración de diferentes organizaciones locales, poner en marcha huertos familiares, para que mujeres y jóvenes aprendieran a cultivar sus propios alimentos y, además, comercializaran los excedentes que se pudieran originar.
El Liceo francés, un colegio privado ubicado a unos 25 km de Comasagua, se involucró en la iniciativa, realizando un estudio inicial de mercado. Después de recibir asistencia técnica en agricultura orgánica, se optó por adaptar el modelo de Asociaciones para el Mantenimiento de una Agricultura Campesina (AMAP), bastante extendido en países como Francia o Japón, que promueve una relación más directa entre consumidor y productor y un modelo de agricultura sostenible.
En septiembre de 2012 se entregaba la primera canasta. Dos años después, se constituía la cooperativa y nacía así la Asociación Cooperativa Agropecuaria La Canasta Campesina. Actualmente, está integrada por 107 personas (98 mujeres y siete hombres). De estas, 49 son personas asociadas, 42 de las cuales, mujeres.
“Aquí la agricultura nunca ha estado pensada para garantizar la seguridad alimentaria de la población. Apenas podríamos calificarla como una agricultura familiar de subsistencia”. Son palabras de Ever Valles, presidente de La Canasta Campesina, quien nos especifica también la frágil situación de las mujeres y los jóvenes en el campo salvadoreño. “Ellas no tienen derechos: trabajan 18 horas diarias, sin salario, sin estar aseguradas, sin capacidad de decisión… Los jóvenes viven bajo el peso de la violencia de las maras y el desempleo. No tienen muchas más alternativas que emigrar a la ciudad”.
Tal y como se estableció desde un principio, la prioridad máxima del proyecto ha sido asegurar la propia alimentación. “De lo que se cultiva en los huertos, el 10% se destina al autoconsumo. Una vez cubierta esta parte, el 20% va al mercado local y el 70% restante, a las canastas”, explica Valles.
¿Qué contiene una canasta campesina? “No hay una composición fija, porque varía en función de la estación. Tomate, chile, pepino, frutas de temporada… configuran la composición básica”.
Se comercializan tres tamaños de canastos (elaborados a partir de bambú cultivado localmente) a precios diferentes. En ningún momento del proceso se utilizan plásticos de ningún tipo. Las canastas se venden en la capital y en Santa Tecla. Se entregan en grupos organizados de consumidores, un día fijo, cada quince días. En estos momentos, están distribuyendo una media de 400 canastas al mes. “Nuestro reto sería alcanzar las 600, lo que implicaría obtener el punto de equilibrio comercial”, asegura Valles.
Según un análisis realizado por la cooperativa, el perfil medio de consumidor es una mujer extranjera, de entre 25 y 40 años, con hijos, de clase media urbana y concienciada en temas relativos a la salud familiar y la protección del medio ambiente.
“El objetivo global es promover un estilo de vida orgánico, vegetariano y ecológico”
Pero el proyecto no se queda sólo en las canastas, sino que pretende ir mucho más allá. “No llevamos sólo verduras: aportamos también solidaridad y consumo sostenible”, sintetiza Valles. Desde hace un tiempo, la cooperativa organiza actividades de formación y sensibilización sobre ecología (dinámicas sobre reciclaje, iniciativas artísticas, charlas, cuentos, festivales…), principalmente en colaboración con escuelas y con el Liceo francés, pero también con la participación de algunas empresas. Un ejemplo es el proyecto ‘Conciencia Verde’, que en 2019 llegó a 10 escuelas públicas, 54 profesores y 1.700 niños y niñas.
La formación es, de hecho, uno de los puntos vertebradores del éxito del proyecto. Actualmente, se están ampliando las becas para que jóvenes de la cooperativa estudien en la universidad, no solamente en el campo de la agroecología, sino también en materias complementarias como la contabilidad o las nuevas tecnologías.
Kasandra Portillo, socia y miembro del comité de producción y comercialización, es uno de estos casos. Es también un modelo de mujer joven empoderada gracias a La Canasta Campesina. “Mi madre se comenzó a involucrar en diferentes grupos y asociaciones. Yo vi desde joven como esto provocaba una mejora en la familia, un cambio de mentalidad”, cuenta.
Tras introducirse y formar parte activa del proyecto (ha ido pasando por diferentes grupos y comités), Portillo se diplomó y ahora dispone de sus propios ingresos y contribuye en la economía familiar. Tiene previsto seguir estudiando y completar la especialización técnica en agroecología.
La Canasta Campesina se ha convertido en un referente dentro de su comunidad. ¿Próximos retos? “Estamos comenzando a explorar mercados como la restauración o el turismo solidario y sostenible”. Queda campo, pues, por recorrer.
La Associació Catalana per la Pau, juntamente con AID Consulting y Secours Populaire Français, se ha sumado al proyecto para consolidar y potenciar las iniciativas de producción y venta de los productos de la Canasta Campesina. El trabajo, que cuenta con la financiación de la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo, incide especialmente en el proceso de implementación de las nuevas tecnologías, mediante la creación de una página web para la compra directa de productos, y el uso de redes sociales o plataformas online con contenido didáctico y explicativo.